domingo, 29 de noviembre de 2015

Capitulo 29 "Tiburón Blanco"

La histeria se apoderaba de mi cuerpo solo veía como aquel maldito pipote hinchado y podrido se confabulaba contra nosotros llevándonos a una muerte cierta o algo peor. Tenia los músculos agarrotados por el esfuerzo, mis piernas apenas reaccionaban. Entre mi pésimo estado físico y las bajas temperaturas que soportabamos en el agua mi mente solo quería dormir. Acabar con todo y dejarme caer en una cuenca oscura y lóbrega. Solo un pequeño descanso. Era lo justo y merecido. Mis ojos escocidos y rojos por el agua salobre se entrecerraban adorando ese acto de duerme vela que ansiaba. Empecé a escorarme hacia un lado. Solo un poquito mas, un poquito mas. Para que mi cuerpo cediese al peso y la paz volvería. Sin sufrimientos, sin penurias. Mi rostro se reflejo en el agua y me pareció ver a mi amado padre halla abajo animándome a que me reuniese con èl. A recuperar todo el tiempo que no tuvimos. Un grito desgarrador me volvió a la realidad. Mi corazón parecía a punto de salir del pecho. Exhausto levante la vista.  Un pobre desgraciado caía del barco turco con una enorme herida en el cuello como si un gran animal le hubiese arrancado un pedazo de carne y luego lo hubiese tirado al agua como un guiñapo. La sensatez me volvió gracias a los chillidos de los infelices que se ahogaban alzando sus manos intentando coger una ayuda que nunca llegaría. Ser testigo de como sus esfuerzos se apagaban a la par que los movimientos de sus manos acaban hundiéndose me sirvió para despertarme. Mire a mi izquierda y vi a mi agonizante hermano asintiendo con la cabeza. Pensó que con ese gesto me engañaría. No me creía que estuviese bien pero seguir era la consigna. Los hombres de aquel barco utilizaban unos largos ganchos para atraer a los cautivos a un lado. Agotados y cansados nos dejamos llevar por la corriente hasta el barco. Solo teníamos dos destinos morir o ser presos. Optamos por la segunda opción. Vivos tendríamos una oportunidad. Muertos no. A la espera de ser recogidos uno de los ganchos empezó a tocar a mi hermano. Curioso elevo la vista y vio al hombre menudo que tanteaba su grado de vida. Mi hermano se giro y me miro con una sonrisa malvada. En un movimiento que me sorprendió tomo el gancho y tiro con fuerza. El resultado no se hizo esperar. El atrevido turco cayó estrepitosamente al agua acompañado de un grito mientras su pañuelo le seguía gracilmente hasta que toco el mar. Miramos hacia arriba intrigados esperando alguna reacción. Un rostro desafiante  se asomo mirándonos con curiosidad. Era un hombre grande, extremadamente grande y musculado. Tenia tatuadas dos branquias, una a cada lado del cuello. Sus fríos ojos nos observaron como si fuéramos su cena. Un segundo después sonrió y lo que vimos nos dejo estupefactos. Sus dientes se asemejaban a un tiburón. Estaban perfectamente limados en un hilera serrada. Levanto su mano y señalo a mi hermano haciendo señas de que esperase. Y su fea cabezota desapareció de nuestra linea de visión.

-¿Quien era el feo del año?.-dije divertido a mi hermano.

Mi hermano me miro con una cansada sonrisa. Pero su gesto cambio cuando un grito desgarrador sonó sobre la cubierta del barco. Apenas recuperados del susto un cuerpo caía agarrándose el sangrante cuello. No sabia si mi vista me engañaba pero me parecía ver que le faltaba un trozo de carne de su herida sangrante.

La bestia dentada volvió a aparecer de nuevo sonriente. Mostrando sus dientes sangrante. Escupió y  un trozo de carne mascada y hecha jirones amerizo sobre el agua. Alrededor de ella varias peces no hicieron asco y acabaron con el resto. Si mi aterido estomago tuviera algo hubiese devuelto pero solo pudo dar unas ridículas arcadas.

El caníbal sonrió y con un gesto señalo a mi hermano para que se acercara a su presencia.  Desde el principio entendimos que aquella no era una invitación de sociedad sino una detención en toda regla. Por sorpresa aparecieron a ambos lados dos barcas de remos con turcos apostados y armados dejando clara su actitud.

Ambas naves se apostaron a nuestro lado y uno de los jerifaltes nos hablo. Era alto y delgado con una sucia y oscura barba. Yo no era muy delicado en temas corporales habiendome juntado con harapientos, mendigos y miserables de toda ralea. Pero aun así no pude evitar tapar mi sensible nariz antes las excelencias de aquel oloroso mensajero. Y prevenido gire mi cabeza cuando vi que abría aquella cloaca negra y desdentada llamada boca.


-Köpekbalığı, os invita a su humilde barca.

No esta mal una amenaza vestida con toda la cortesía de un devorador humano. Por un momento lo pensé y estuve a punto de rechazar tan apetecible oferta. Pero que mas daba. Perdido en el mar, con mi hermano medio muerto, helado, hambriento y mojado que podía perder. Además con el rabillo vi que nuestro amigo barbudo tenia cierto temblor como si pensara que al negarnos èl entraría como el primer entrante en el menú del giganton. Me desprendí de mi amado barril con un beso aéreo sabiendo que no lo echaría de menos. Tras una breve travesía al otro lado del barco fuimos llevados ante la presencia de nuestro anfitrión. Extendió sus brazos mostrándose en todo su esplendor y vimos sus manos. Tenia los dedos pegados salvo el índice. Debió ser un problema de nacimiento. Entonces advertí que esa tara le confería cierta semejanza al acabado de una aleta de un pez.

-Mis amigos me conocen como Tiburón Blanco.- a la par que decía  esto mostraba su temible y ensayada sonrisa.- Y los demás como el Demonio del Mar.

-¿Y sus enemigos?

Una fría mirada se clavo en mi sin dejar de sonreír. Después se giro y me mostró su espalda desnuda llena de pequeños puntos tatuados. Había cientos de ellos.

-Ya no me quedan. Fueron devorados por su osadía y su temeridad. Cada uno de ellos es un punto en mi cuenta particular.

Se volvió de nuevo hacia nosotros y nos miro impasible.

-Pero esa no es la cuestión. Ese hombre.-levanto el dedo señalando a mi maltrecho hermano.

-Mi hermano-replique.

-Tu hermano a agredido a uno de los nuestros y exigo una justa compensacion.

Mi hermano endureció su agotado rostro con una mirada asesina hacia el grandullón.

-Nada podemos darte.-dijo mascando las palabras. Y estirando los brazos mostrando sus posesiones. Su cuerpo y sus ropas rotas y mojadas.

-Lo se, lo se. No quiero nada material, quiero algo mas valioso.

Ambos pusimos gestos de  sorpresa.

-Tu vida. Tu falta de respeto debe ser reparada. Y se hará justicia si pierdes.

-¿Y si...? ¿Y si gano?.-dijo farfullando quejosamente.

-¿Acaso crees tener alguna posibilidad ante mi, pececillo?

Mi hermano  hizo un intento y se abalanzo sobre el musculoso retador pero al final no lo consiguió. Mi mano detuvo su acto. Una acción heroica pero estúpida. Mi extremidad quedo maltrecho y parecía haber sido golpeada por un muro. Mientras la sacudía para atenuar el dolor intente enfriar la situación.

-Espera, espera. Yo me ofrezco en este duelo a cambio de mi hermano.

Tiburón me miro divertido.

-Bien, entonces perderéis los dos. Os comeré la yugular y luego acabareis olvidados después de ser comidos. Vuestros huesos no verán la luz del día.

-Interesante perspectiva. Es una manera de verlo.

Apenas hube acabado de contestar un luminosas estrellas aparecieron en mis ojos acompañadas de un certero golpe.

El desafió por la supervivencia había empezado. Solo deseaba no ser un punto y seguido en su vida.









Finalmente deje atrás a Yonah sabia que con su presencia me sentiría seguro y protegido. Pero su destino era distinto del mio. Sabiendo que deseaba volver a su tierra no me complacia en absoluto  acabar en una tierra extraña y desconocida. Tras las consabidas despedidas tome rumbo hacia el sur. Andando de noche por pequeños caminos y a cierta distancia de la calzada. Comiendo y tomando lo que hallaba por los huertos. Vigilando y observando que no saliese ningún guardián para darme una buena tunda. No hice ascos a frutas caídas, raíces o huevos en los nidos. Todo aquellos que sirviese para mi supervivencia era bienvenido. Por el día buscaba huecos y escondites donde dormitar y descansar. Cuando oía voces actuaba como una sombra, ocultándome para no ser visto. No fue una travesía ni fácil ni cómoda. El frió y el hambre fueron compañeros continuos pero me mantenía alerta. Los pies se me llenaron de ampollas y con el tiempo se me endurecieron. Largo, muy largo fue mi andar y perdí la noción del tiempo. Aun dudo cuanto tiempo paso, si fueron semanas o meses. Bien es cierto que pase por pequeñas y miseras aldeas que nada tenían que ofrecerme. Y con mi acertada idea no solía visitar, ya que seguro que serian frutos de problemas después de mi agónica experiencia con los aldeanos que intentaron enterrarme. Pero como todo al final tiene su meta y allí estaba yo. De vuelta a la civilizacion. Ante mi se extendía una ciudad portuaria en plena actividad y llena de vida. Aunque sabia que con mi aspecto las oportunidades no caerían del cielo. Tendría que empezar desde lo mas abajo.  Y que mejor lugar que el puerto. Allí donde los negocios y trapicheos son su lugar natural. .El olor a mar me llenaba los pulmones y encendía mi ansia aventurera. Poco a poco mientras me acercaba al puerto veía como los barcos se hacían mas grandes a mi vista. Embarcaciones de todo tipo esperaban pacientemente la llegada de su tripulación para navegar por cualquier ruta comercial en busca de fortuna. Me emocionaba que una de  aquellas naos que se mecían suavemente podía guardar una sitio para mi. Las nubes entretapaban la luna y la oscuridad se hacia dueña de aquel lugar. Una leve neblina cubria el agua tiñendola de un gris verdoso. Un enclave adecuado  para el submundo que vivía entre el delito y lo ilegal.  Una fauna de chulos, marineros de oscuro pasado, rameras y ladrones pululando por doquier. Parecía que mi estrella me acompañaba cuando llegue ya era noche y solo las tabernas de mas mala fama permanecían abiertas con los habituales del lugar. El León y el Jabalí, El yelmo roto o La casa del barquero eran uno de los tantos lugares que aquí y allá se amontonaban alrededor del puerto esperando ansiosa mente la llegada de los viajeros o marineros. Además de los que preferirían el anonimato para sus intrigas.  Sigilosamente andaba asomándome por los sucios cristales intentando atisbar el interior y ver si algún parroquiano me parecía interesante para ofrecerle mis servicios
-Hola, garzón. ¿Que se te ofrece a estas horas tardías?¿Buscas compañía?
 Una mano de forma decidida me cogió del hombro. Acompañada de una voz quemada por el vino barato. Un error inexcusable al no tener mis sentidos alerta. Pero ya era tarde pensé a la vez que un sudor helado me llenaba el cuerpo.
Me gire y un joven de aspecto delgado y largirucho con pecas y el pelo revuelto se presento.
-Me llamo Crutcher.
- Yo soy Alejandro. Acabo de llegar aqui y ando perdido.  Me encantan los barcos ya que vengo del norte y alli solo hay tierra y sol. Estoy buscando algun trabajo para conseguir algo de comida y cama.
 ¿Podrias ayudarme?
Crutcher me miro de arriba abajo como si me evaluase.
-Quizas estoy buscando a alguien para un asunto. Quizas podrias ayudarme. Acompañame quiero que veas a alguien. Con suerte te dara algo de comer.

Lo segui como un perro perdido a traves de callejuelas encharcadas donde las ratas cruzaban alocadamente ante nuestros ruidos. Casas agrietadas y desconchadas. Poco a poco nos fuimos alejando del puerto y llegamos a un viejo tunel que atravesaba un vertedero de escoria. Del tunel partian otros corredores laterales de dimensiones mas pequeñas.
-¿Adonde conducen?-pregunte temeroso.
-No lo se pero creo que si fuesemos por alguno de ellos acabariamos perdidos y desorientados. Muertos de hambre y de sed sin ver la luz del dia.
Ante tal perspectiva me acerque mas a mi guia.
Al doblar una curva nos encontramos a un tipo siniestro, de gesto adusto y mirada asesina.
-Viene conmigo.-advirtio Crutcher.
Al pasar a su lado adverti como lentamente una daga volvia a su funda mientras el vigilante no perdia detalle de nuestros movimientos.
Varias velas alumbraban un pasillo que acababa en una sala rectangular. Dentro un hombre sentado en una endeble silla. Apoyaba sus manos sobre una destartalada mesa que sostenia una languida vela mecida por un viento misterioso y una bolsita de piel. Apenas percibi sus cuidadas  manos y un delicado anillo. El misterioso individuo hacia todo lo posible por permanecer en el anonimato. Era de ese tipo de personas amigas de las sombras, su medio natural.
-¿Lo tienes?
-Si, Sr...
-Sin nombres.-ordeno friamente.
-¿Este es el alfeñique que nos librara de Dumas de Manqueda?
Continuara...







viernes, 23 de octubre de 2015

Capitulo 28 "Hundimiento"

Entonces por mi cabeza asomo una idea, una autentica locura. Fruto de la desesperacion y del instinto de supervivencia. En mi mente se fue formando un delirio, un absurdo parido de la adrenalina. Me agache y antepuse la daga como si fuera una terrible garra. Yonah sonrió aun ignorando que tenia preparado. Asintió con la cabeza como si fuese la señal de salida. Una huida hacia ninguna parte.  Una muralla ante nosotros, una turba de espectros de barbas descuidadas y mugrientas, costras de suciedad, en sus cuerpos  vestimentas raídas y remendadas. Una sinfín de ojos vidriosos y fijos nos observan. Nos movemos en circulo esperando el golpe definitivo del mas decidido. Cuando se apartan y ocupamos su lugar un olor de humedad agria a orín derramado lo ocupa. Por fin, el mas gallardo de los cobardes toma la iniciativa. Zas, zas. Dos golpes secos de Yonah con una vara lo deja tendido en el suelo. La gente nos cierra y nos ahoga. Busco aire para respirar. Entro en un bosque de piernas y pies, empiezo a merodear y me entremezclo. El filo rasga un tendón y un grito suena  en la penumbra. Todos miran asustados al afectado pero yo me alejo y sajo otra pierna. Cada vez que lo hago  se giran los lugareños buscando al desgraciado. Yonah tumba alguna amenaza. El ambiente se alimenta de ays y murmullos. Empiezan a creer que es un demonio de un extraño mundo. Un ser poderoso que es capaz de vencer  a un ejercito con sus manos. El jarabe del miedo empieza a hacer efecto en sus pobres estómagos. Yonah avanza, golpea, avanza y golpea. Y cada vez que lo hace alguien mas besa el suelo. Yo por mi parte sigo sumando adeptos a la liga de los cojos y cuando se agachan para ver el estado de sus heridas les golpeo el mentón con la empuñadura. Cuantos mas caídos menos enemigos, sumo y resto. Poco a poco los huecos se van abriendo. Yonah sabe que los tiene a su merced. Podría acabar con todos ellos mientras sus bocas abiertas chillan y los dientes volarían entre gorgoteos de sangre. Pero es un castigo muy duro. Los aldeanos no son soldados, no buscan orgías ni tesoros. La tragedia y la enfermedad ha golpeado sus vidas convirtiéndolos en animales asilvestrados que se mueven por necesidad. Y mientras nos alejábamos de aquellos muertos en vida tirados como fardos, abandonados en el suelo mostrando la actitud vencida que tenían ante el futuro que les aguardaba. Demostraban que habían bajado los brazos y aceptado el inquieto porvenir que se auguraba en el horizonte. Los miraba y cerré los puños de rabia jurandome a mi mismo que no seria como ellos, un vencido, un derrotado. Lucharía hasta el fin de mis días por un porvenir mejor y una existencia digna. Pero cuanto ignoraba lo que la vida misma me preparaba y tan ciego estaba que me creía mejor que aquellos harapientos guiñapos lastimeros. Cuan petulante y engreído era. A cada paso que dábamos los gemidos se confundían con el viento.  Y me parecía que todo había sido un mal sueño pero el hambre y el frío me demostraban que todo era real. Ante mi se paro Yonah en una encrucijada de caminos. Me miro solemne y dijo con voz grave:
-¿Y que planes tienes ahora, muchacho? Puedes venir conmigo yo voy al sur. Un buen amigo tiene una herrería y puede cobijarme allí hasta que sea seguro salir del país y además puedes aprender un oficio.

Me quede plantado mirando en las dos direcciones. Temiendo perder la elección correcta, como si todo dependiese de dos caminos. Iluso de mi, tan seguro estaba que no podía imaginar que a las primeras de cambio estaría hecho un mar de dudas. ¿Que decidir marchar con Yonah o probar fortuna en el norte y enrolarme y ver mundo? Ni siquiera tenia una moneda para decidir mi destino.





Hacia un día esplendido el sol refulgia entre las nubes y una suave brisa acariciaba la gallarda nave que a duras penas repelía el constante ataque que recibía. Mientras yo pensaba en salir y escapar. Mis puños ansiaban meter algunos dientes dentro de algunos pulmones. Era una labor imposible mientras permaneciese aquí atado como un perro olvidado comido por los chinches y las pulgas. Una enorme sacudida partió el mundo en dos. Una explosión nos alcanzo arrancando maderas y cuadernas por todas partes. Matando a los remeros de la primera y segunda fila. Barriendo los cuerpos hacia fuera dispersando sus restos como si un perro se quitase el agua sacudiéndose. Por desgracia no acabo ahí la matanza. Astillas volaron buscando ansiosamente un lugar donde anidar como pajaros en sus nidos. Empalando a muchos de mis compañeros que se retorcían entre gritos sangrientos y sudados. Esto era el principio del fin. Una enorme tromba de agua se anunciaba ruidosamente mezclandose con las suplicas de los condenados para que soltasen sus cadenas. Aquella nao estaba herida de muerte y nosotros eramos sus séquito al fondo del abismo. El cómitre antaño y orgulloso ahora solo era una pulpa deshecha y sangrante. Tras el embite de las armas enemigas había caído al suelo y entre varios habían conseguido retenerlo en el suelo. A pesar de que forcejeo para liberarse, todo fue inútil. El miedo no existía y la venganza era una fin muy ansiado para aquellos cuerpos castigados.  Ante tal locura no me deje amilanar. Mi mente solo pensaba en escapar. ¿Pero como?.
-¡Hermano, tenemos que romper la cadena!
Mi hermano sacudió la cabeza y cogió uno de los extremos de los remos y empezó a sacarlo. Una vez lo tuvo lo extendió cuan largo era y sin saber de donde saco las fuerzas lo rompió por la mitad.Con la suficiente cadena como para dar una vuelta en torno al remo,  descargó todo su peso sobre la improvisada palanca con un empujón breve y seco. A pesar de que estaba sujeta,  noto cómo el grillete se le hundía en los tobillos y le laceraba la carne, aunque no protestó. Lo volvió a intentar, y esta vez uno de los eslabones de la cadena se abrió un poco. Un tercer arreón lo terminó de deformar, y dio un  tirón de la cadena. Finalmente quedo libre. Sin perder tiempo realizo el mismo trabajo en mi. Una mirada de confianza y fe me permitio mantener la serenidad. Ya liberados corrimos hacia la abertura, ahora completamente por debajo de la superficie del mar. El agua fluía con menos fuerza pero igualmente imparable, a medida que el barco se iba inclinando hacia la proa y girando sobre sí mismo, rechinando lúgubremente. La inclinación de la galera era ya pronunciada. Los otros galeotes, al vernos libres, nos suplicaron desesperados que les ayudasemos a romper sus cadenas.Dude un momento mirando, pero luego comprendi que si nos quedabamos un minuto más en el barco éste nos
arrastraría al fondo. Tal vez ya era demasiado tarde incluso para nosotros. Haciendo de tripas
corazón, ignore los gritos de auxilio. Aquel moribundo escupía agua por todas partes. Nada se podía hacer por aquella nao. Su fin estaba sentenciado y por ello resignado parecía que deseaba bajar a su eterna morada mas antes que tarde.  La popa de la nave se alzaba ya sobre el mar. La parte delantera del buque seguía hundiéndose entre un remolino de espuma rosada, comprendi con terror que el color era debido a la sangre de todos aquellos que habían quedado despedazados por el choque. En cubierta sólo quedaban los gritos de los moribundos y de aquellos que trepaban por las bordas y la empinada cubierta, tratando desesperadamente de arrojarse al agua. Muchos no sabían nadar, y el resultado para ellos era el mismo que si se hubiesen quedado a bordo de la galera, pues cuando caían se iban al fondo como una piedra y ya no volvían a aparecer.
Cuando llegamos junto a la abertura,  encontré que la plataforma del cómitre estaba completamente anegada.
 Sin pararme a pensarlo dos veces me zambullí y me  sumergí hasta alcanzarla. Sobre ella estaban los barriles de agua, y  tuve que palpar en la casi total oscuridad hasta encontrar el nudo que los mantenía unidos entre sí y al mamparo. Al tirar de el, los tres grandes barriles se soltaron y me agarre a uno de ellos, que ascendió a la superficie del agua con fuerza. Finalmente emergí agarrado al barril, a poca distancia de la galera, resoplando y tosiendo. Pocos segundos después apareció mi hermano con una sonrisa horrorosa de felicidad. Pero aquello no había acabado. Comprendi enseguida que allí no estabamos a salvo. Uno de los jabeques estaba rodeando la galera, y sus tripulantes bajaban ya al agua las chalupas, provistos de largas pértigas para atrapar a los supervivientes y los restos de algún valor.
—Vamos —susurre —. Tenemos que intentar nadar hacia la costa antes que no nos vean.

Aquello era más fácil decirlo que hacerlo. Por más que nos esforzábamos, pilotar aquel
barril era imposible. Llevaba poco líquido en su interior, lo que le confería más flotabilidad
pero también lo dejaba a merced de las corrientes, que nos empujaba directamente hacia
los piratas. Desesperado miraba como se alejaba nuestra libertad y nos acercaba al infierno morisco.
En ese momento oí unos gritos, y vi como los tripulantes de una de las chalupas estaba mas que dispuesto a  capturar a los supervivientes. Por desgracia nuestra presencia no pasaba inadvertida y  señalaban en mi dirección intentando  cortarnos el paso.

Pataleaba con fuerza, pero el barril no dejaba de girar sobre sí mismo, con lo que daba vueltas en círculos.
—Maldita sea, no está funcionando. Estamos perdidos.

Continuara... 


*Agradecimientos a Juan Gomez Jurado y su obra "La leyenda del ladrón" por servirme de guia e inspiración en este capitulo sobre galeras y su terrible legado. Algunos extractos técnicos me han sido de gran ayuda para esta parte del hundimiento de la nave de El Parlanchín y como homenaje a su obra de la que soy admirador y a su personaje he culminado este entrega con el mismo final del capitulo. Novela que recomiendo encarecidamente.  Aunque a partir de aquí lo que acontezca ya sera obra mía con sus pequeños aciertos y grandes errores como el resto de capítulos de esta historia.

sábado, 8 de agosto de 2015

Capitulo 27 "Yonah"

Poco a poco la mortaja que me retenía me fue soltando y notaba como mis pulmones volvían a sentir el suave transitar del aire. Boqueaba como un pez fuera del agua intentado evitar el colapso. Era un fuelle sin control. Una gula engullía el oxigeno mientras la tierra me paria y veía como  una placenta de arcilla se desprendía en pequeña porciones.  Mis sentidos cobraban vida. Todo era un mundo nuevo. Los sonidos, los olores, la luz... y un rostro. Todavía con el miedo en el cuerpo eche mano de mi viejo cuchillo. Un herrumbrado y gastado estilete sin filo que mas infundía temor que daño. Con todo, con el ultimo hálito que da el instinto de supervivencia. Tome el arma y lance una estocada con mas fervor que fuerza. Aquel hombre amago mi intento como si espantase una mosca.

-¡Vaya! El pequeño escorpión aun tiene vida.-mientras decía esto sonrió.
Por mi parte baje los brazos dando por perdida la partida. Estaba a su merced.
-¿Donde estamos?.-dije confuso.
Ante mi se hallaba un hombre alto de unos 60 años, rostro curtido y arrugado. Algunos pelos asomaban sobre su coronilla. No parecía tener miedo, ni estar intranquilo. Tan solo estaba alerta.
-En la misma tierra donde murieron tus padres, tus amigos y tus parientes.
De pronto reacciono. Y rió a carcajadas. Una carcajada limpia, feliz, de alguien que amaba la vida y la vivía sin miedos ni coacciones. Le mire a los ojos a medida que me subía para librarme de mi sepultura y me dejaba en tierra. Sus ojos eran negros y veía que me traspasaba con la mirada. Alguien culto que la edad le había dado sabiduría y viajes. Yo era un libro abierto. Un inocente cachorro metido en una locura universal.
-¿Lo dices por mis ropas? ¿Y por mi color?
Ciertamente lo único que esperaba encontrar era un hombre tan oscuro vestido con un sencilla chilaba de elegante costura y un hatillo. A su lado descansaba un cayado bellamente labrado. Una vez me dejo en tierra. Lo tomo y me miro evaluando si tenia algún daño.
-¿Estas bien?-pregunto preocupado.
-Sip, solo tengo el susto.-dije intentando mantener la poca dignidad que me quedaba.
-Como veras soy un extranjero en tu tierra. Imagino que era lo ultimo que esperabas encontrar.
-Si, pensaba que ibas a matarme por ser infiel.
-Por desgracia a veces los que menos te imaginas son los que te pasan a cuchillo como puedes ver.
Tus propios paisanos no han dudado un momento en darte muerte.
-Tienes razón. ¿Y ahora que sera de mi?
-Puedes venir conmigo. Por cierto que descortés mi nombre es Yonah. Podía decir que soy herrero pero he viajado por tantas tierras y he trabajado en tantos oficios que ya no se que soy. ¿Y tu, muchacho?
-Me llamo Alejandro Navapotro. Todos mis seres queridos murieron y escape con lo puesto.
-Bueno, pequeño escorpión. Si quieres puedes acompañarme. Conmigo no tendrás lujos pero no te faltara aprendizaje y un estomago caliente.
Entonces mire a mi alrededor. Los labriegos estaban de vuelta para ver el resultado de su caza. Querían rematar la faena.
-Mirad, ese bastardo ha sacado al crio.
-¡Matemosles!
Poco a poco se iban envalentonando armados con sus aperos y sus herramientas. Guadañas, orcas y hoces brillaban siniestramente con las luces de sus antorchas.

Yonah me miro preocupado.
-¿Tienes algo mejor que ese juguete?
Negué avergonzado.
Yonah hecho mano a su cintura y saco una bella daga dorada.
-Espero que sepas utilizarla.
Asentí seguro. Lo que menos quería era que me viera flaquear aunque fuese mi ultimo acto en vida.
El circulo se fue cerrando como unos manos ahogando una garganta con la idea de asfixiarnos.
-Hijo, ahora ganate el pan. Demuestra lo que vale un pequeño escorpión.


Un estruendo nos despertó a todos atemorizados nos miramos unos a otros. Murmullos y voces ahogadas conjuraban que podía suceder. Mi hermanastro empezó a tirar de las cadenas intentando romper la barra que nos unía al madero. Era inútil. Por mas respuesta fue un latigazo de nuestra pesadilla. Un hombreton musculoso hasta lo indecible. Con su andar pomposo y su mirada glacial nos dirigía con puño de hierro. Nada escapaba a su mirada. Parecía haber nacido en este barco y mamado este oficio. Cruel donde los haya disfrutaba ser amo y señor de su pequeño reino.  Cualquier infracción era castigada, daba igual si fuera leve o grave ya que su coste era altísimo. Todos llevábamos su marca en nuestro cuerpo. A veces se regocijaba mientras nos miraba de forma altanera mientras metía su látigo en agua con sal. Aquel hombre amaba su profesión y a todos sus galeotes. Sabia como llegar a viejo en este odiado oficio. Un trabajo sucio, desagradable y peligroso. Pero también sabia que era una de las personas mas importantes de la nave. El controlaba la velocidad de la nave y el éxito de un ataque o el esquivar cualquier peligro que se avecinase. Ninguno de esos petimetres uniformados se atrevía a bajar a su reino a decirle como hacer su labor. No se atrevían, no querían acabar como eternos invitados a su sección.

Por desgracia su reino tenia los días contados.
-¡Deprisa, haraganes! Os daré doble ración de agua salada con "La justicia"  si no os movéis.-mientras levantaba el brazo y agitaba el látigo también conocido con ese apodo.
Tras su paseo de rigor se acerco a su sitio de descanso. Un lugar con una silla de piel y cojines y una vasija de plata con una cazoleta para beber. Sudoroso y exhausto tras aplicar el justo correctivo a los desdichados remeros. Tomo la cazoleta y se la acerco a los labios mientras miraba poderoso a esa masa de fracasados. Apenas bebía pero dejaba que el agua corriese por su boca y se derramase por el suelo.
-¿Alguien tiene sed?.-decía mientras en su rostro se pintaba una risa cruel. Por suerte su tortura psicológica duro poco.
Un infante imberbe bajo con el rostro contraído y blanco como la cal.
-Hay que ir mas deprisa. Nos esta atacando la escuadra de Dragut.

Estábamos muertos, Dragut era destacado corsario y almirante otomano a las ordenes del sultán Soliman. Soliman era un enemigo declarado de Occidente y seguramente acabaríamos bajo el agua o pasados a cuchillo.  

Continuara...