viernes, 23 de octubre de 2015

Capitulo 28 "Hundimiento"

Entonces por mi cabeza asomo una idea, una autentica locura. Fruto de la desesperacion y del instinto de supervivencia. En mi mente se fue formando un delirio, un absurdo parido de la adrenalina. Me agache y antepuse la daga como si fuera una terrible garra. Yonah sonrió aun ignorando que tenia preparado. Asintió con la cabeza como si fuese la señal de salida. Una huida hacia ninguna parte.  Una muralla ante nosotros, una turba de espectros de barbas descuidadas y mugrientas, costras de suciedad, en sus cuerpos  vestimentas raídas y remendadas. Una sinfín de ojos vidriosos y fijos nos observan. Nos movemos en circulo esperando el golpe definitivo del mas decidido. Cuando se apartan y ocupamos su lugar un olor de humedad agria a orín derramado lo ocupa. Por fin, el mas gallardo de los cobardes toma la iniciativa. Zas, zas. Dos golpes secos de Yonah con una vara lo deja tendido en el suelo. La gente nos cierra y nos ahoga. Busco aire para respirar. Entro en un bosque de piernas y pies, empiezo a merodear y me entremezclo. El filo rasga un tendón y un grito suena  en la penumbra. Todos miran asustados al afectado pero yo me alejo y sajo otra pierna. Cada vez que lo hago  se giran los lugareños buscando al desgraciado. Yonah tumba alguna amenaza. El ambiente se alimenta de ays y murmullos. Empiezan a creer que es un demonio de un extraño mundo. Un ser poderoso que es capaz de vencer  a un ejercito con sus manos. El jarabe del miedo empieza a hacer efecto en sus pobres estómagos. Yonah avanza, golpea, avanza y golpea. Y cada vez que lo hace alguien mas besa el suelo. Yo por mi parte sigo sumando adeptos a la liga de los cojos y cuando se agachan para ver el estado de sus heridas les golpeo el mentón con la empuñadura. Cuantos mas caídos menos enemigos, sumo y resto. Poco a poco los huecos se van abriendo. Yonah sabe que los tiene a su merced. Podría acabar con todos ellos mientras sus bocas abiertas chillan y los dientes volarían entre gorgoteos de sangre. Pero es un castigo muy duro. Los aldeanos no son soldados, no buscan orgías ni tesoros. La tragedia y la enfermedad ha golpeado sus vidas convirtiéndolos en animales asilvestrados que se mueven por necesidad. Y mientras nos alejábamos de aquellos muertos en vida tirados como fardos, abandonados en el suelo mostrando la actitud vencida que tenían ante el futuro que les aguardaba. Demostraban que habían bajado los brazos y aceptado el inquieto porvenir que se auguraba en el horizonte. Los miraba y cerré los puños de rabia jurandome a mi mismo que no seria como ellos, un vencido, un derrotado. Lucharía hasta el fin de mis días por un porvenir mejor y una existencia digna. Pero cuanto ignoraba lo que la vida misma me preparaba y tan ciego estaba que me creía mejor que aquellos harapientos guiñapos lastimeros. Cuan petulante y engreído era. A cada paso que dábamos los gemidos se confundían con el viento.  Y me parecía que todo había sido un mal sueño pero el hambre y el frío me demostraban que todo era real. Ante mi se paro Yonah en una encrucijada de caminos. Me miro solemne y dijo con voz grave:
-¿Y que planes tienes ahora, muchacho? Puedes venir conmigo yo voy al sur. Un buen amigo tiene una herrería y puede cobijarme allí hasta que sea seguro salir del país y además puedes aprender un oficio.

Me quede plantado mirando en las dos direcciones. Temiendo perder la elección correcta, como si todo dependiese de dos caminos. Iluso de mi, tan seguro estaba que no podía imaginar que a las primeras de cambio estaría hecho un mar de dudas. ¿Que decidir marchar con Yonah o probar fortuna en el norte y enrolarme y ver mundo? Ni siquiera tenia una moneda para decidir mi destino.





Hacia un día esplendido el sol refulgia entre las nubes y una suave brisa acariciaba la gallarda nave que a duras penas repelía el constante ataque que recibía. Mientras yo pensaba en salir y escapar. Mis puños ansiaban meter algunos dientes dentro de algunos pulmones. Era una labor imposible mientras permaneciese aquí atado como un perro olvidado comido por los chinches y las pulgas. Una enorme sacudida partió el mundo en dos. Una explosión nos alcanzo arrancando maderas y cuadernas por todas partes. Matando a los remeros de la primera y segunda fila. Barriendo los cuerpos hacia fuera dispersando sus restos como si un perro se quitase el agua sacudiéndose. Por desgracia no acabo ahí la matanza. Astillas volaron buscando ansiosamente un lugar donde anidar como pajaros en sus nidos. Empalando a muchos de mis compañeros que se retorcían entre gritos sangrientos y sudados. Esto era el principio del fin. Una enorme tromba de agua se anunciaba ruidosamente mezclandose con las suplicas de los condenados para que soltasen sus cadenas. Aquella nao estaba herida de muerte y nosotros eramos sus séquito al fondo del abismo. El cómitre antaño y orgulloso ahora solo era una pulpa deshecha y sangrante. Tras el embite de las armas enemigas había caído al suelo y entre varios habían conseguido retenerlo en el suelo. A pesar de que forcejeo para liberarse, todo fue inútil. El miedo no existía y la venganza era una fin muy ansiado para aquellos cuerpos castigados.  Ante tal locura no me deje amilanar. Mi mente solo pensaba en escapar. ¿Pero como?.
-¡Hermano, tenemos que romper la cadena!
Mi hermano sacudió la cabeza y cogió uno de los extremos de los remos y empezó a sacarlo. Una vez lo tuvo lo extendió cuan largo era y sin saber de donde saco las fuerzas lo rompió por la mitad.Con la suficiente cadena como para dar una vuelta en torno al remo,  descargó todo su peso sobre la improvisada palanca con un empujón breve y seco. A pesar de que estaba sujeta,  noto cómo el grillete se le hundía en los tobillos y le laceraba la carne, aunque no protestó. Lo volvió a intentar, y esta vez uno de los eslabones de la cadena se abrió un poco. Un tercer arreón lo terminó de deformar, y dio un  tirón de la cadena. Finalmente quedo libre. Sin perder tiempo realizo el mismo trabajo en mi. Una mirada de confianza y fe me permitio mantener la serenidad. Ya liberados corrimos hacia la abertura, ahora completamente por debajo de la superficie del mar. El agua fluía con menos fuerza pero igualmente imparable, a medida que el barco se iba inclinando hacia la proa y girando sobre sí mismo, rechinando lúgubremente. La inclinación de la galera era ya pronunciada. Los otros galeotes, al vernos libres, nos suplicaron desesperados que les ayudasemos a romper sus cadenas.Dude un momento mirando, pero luego comprendi que si nos quedabamos un minuto más en el barco éste nos
arrastraría al fondo. Tal vez ya era demasiado tarde incluso para nosotros. Haciendo de tripas
corazón, ignore los gritos de auxilio. Aquel moribundo escupía agua por todas partes. Nada se podía hacer por aquella nao. Su fin estaba sentenciado y por ello resignado parecía que deseaba bajar a su eterna morada mas antes que tarde.  La popa de la nave se alzaba ya sobre el mar. La parte delantera del buque seguía hundiéndose entre un remolino de espuma rosada, comprendi con terror que el color era debido a la sangre de todos aquellos que habían quedado despedazados por el choque. En cubierta sólo quedaban los gritos de los moribundos y de aquellos que trepaban por las bordas y la empinada cubierta, tratando desesperadamente de arrojarse al agua. Muchos no sabían nadar, y el resultado para ellos era el mismo que si se hubiesen quedado a bordo de la galera, pues cuando caían se iban al fondo como una piedra y ya no volvían a aparecer.
Cuando llegamos junto a la abertura,  encontré que la plataforma del cómitre estaba completamente anegada.
 Sin pararme a pensarlo dos veces me zambullí y me  sumergí hasta alcanzarla. Sobre ella estaban los barriles de agua, y  tuve que palpar en la casi total oscuridad hasta encontrar el nudo que los mantenía unidos entre sí y al mamparo. Al tirar de el, los tres grandes barriles se soltaron y me agarre a uno de ellos, que ascendió a la superficie del agua con fuerza. Finalmente emergí agarrado al barril, a poca distancia de la galera, resoplando y tosiendo. Pocos segundos después apareció mi hermano con una sonrisa horrorosa de felicidad. Pero aquello no había acabado. Comprendi enseguida que allí no estabamos a salvo. Uno de los jabeques estaba rodeando la galera, y sus tripulantes bajaban ya al agua las chalupas, provistos de largas pértigas para atrapar a los supervivientes y los restos de algún valor.
—Vamos —susurre —. Tenemos que intentar nadar hacia la costa antes que no nos vean.

Aquello era más fácil decirlo que hacerlo. Por más que nos esforzábamos, pilotar aquel
barril era imposible. Llevaba poco líquido en su interior, lo que le confería más flotabilidad
pero también lo dejaba a merced de las corrientes, que nos empujaba directamente hacia
los piratas. Desesperado miraba como se alejaba nuestra libertad y nos acercaba al infierno morisco.
En ese momento oí unos gritos, y vi como los tripulantes de una de las chalupas estaba mas que dispuesto a  capturar a los supervivientes. Por desgracia nuestra presencia no pasaba inadvertida y  señalaban en mi dirección intentando  cortarnos el paso.

Pataleaba con fuerza, pero el barril no dejaba de girar sobre sí mismo, con lo que daba vueltas en círculos.
—Maldita sea, no está funcionando. Estamos perdidos.

Continuara... 


*Agradecimientos a Juan Gomez Jurado y su obra "La leyenda del ladrón" por servirme de guia e inspiración en este capitulo sobre galeras y su terrible legado. Algunos extractos técnicos me han sido de gran ayuda para esta parte del hundimiento de la nave de El Parlanchín y como homenaje a su obra de la que soy admirador y a su personaje he culminado este entrega con el mismo final del capitulo. Novela que recomiendo encarecidamente.  Aunque a partir de aquí lo que acontezca ya sera obra mía con sus pequeños aciertos y grandes errores como el resto de capítulos de esta historia.