domingo, 29 de noviembre de 2015

Capitulo 29 "Tiburón Blanco"

La histeria se apoderaba de mi cuerpo solo veía como aquel maldito pipote hinchado y podrido se confabulaba contra nosotros llevándonos a una muerte cierta o algo peor. Tenia los músculos agarrotados por el esfuerzo, mis piernas apenas reaccionaban. Entre mi pésimo estado físico y las bajas temperaturas que soportabamos en el agua mi mente solo quería dormir. Acabar con todo y dejarme caer en una cuenca oscura y lóbrega. Solo un pequeño descanso. Era lo justo y merecido. Mis ojos escocidos y rojos por el agua salobre se entrecerraban adorando ese acto de duerme vela que ansiaba. Empecé a escorarme hacia un lado. Solo un poquito mas, un poquito mas. Para que mi cuerpo cediese al peso y la paz volvería. Sin sufrimientos, sin penurias. Mi rostro se reflejo en el agua y me pareció ver a mi amado padre halla abajo animándome a que me reuniese con èl. A recuperar todo el tiempo que no tuvimos. Un grito desgarrador me volvió a la realidad. Mi corazón parecía a punto de salir del pecho. Exhausto levante la vista.  Un pobre desgraciado caía del barco turco con una enorme herida en el cuello como si un gran animal le hubiese arrancado un pedazo de carne y luego lo hubiese tirado al agua como un guiñapo. La sensatez me volvió gracias a los chillidos de los infelices que se ahogaban alzando sus manos intentando coger una ayuda que nunca llegaría. Ser testigo de como sus esfuerzos se apagaban a la par que los movimientos de sus manos acaban hundiéndose me sirvió para despertarme. Mire a mi izquierda y vi a mi agonizante hermano asintiendo con la cabeza. Pensó que con ese gesto me engañaría. No me creía que estuviese bien pero seguir era la consigna. Los hombres de aquel barco utilizaban unos largos ganchos para atraer a los cautivos a un lado. Agotados y cansados nos dejamos llevar por la corriente hasta el barco. Solo teníamos dos destinos morir o ser presos. Optamos por la segunda opción. Vivos tendríamos una oportunidad. Muertos no. A la espera de ser recogidos uno de los ganchos empezó a tocar a mi hermano. Curioso elevo la vista y vio al hombre menudo que tanteaba su grado de vida. Mi hermano se giro y me miro con una sonrisa malvada. En un movimiento que me sorprendió tomo el gancho y tiro con fuerza. El resultado no se hizo esperar. El atrevido turco cayó estrepitosamente al agua acompañado de un grito mientras su pañuelo le seguía gracilmente hasta que toco el mar. Miramos hacia arriba intrigados esperando alguna reacción. Un rostro desafiante  se asomo mirándonos con curiosidad. Era un hombre grande, extremadamente grande y musculado. Tenia tatuadas dos branquias, una a cada lado del cuello. Sus fríos ojos nos observaron como si fuéramos su cena. Un segundo después sonrió y lo que vimos nos dejo estupefactos. Sus dientes se asemejaban a un tiburón. Estaban perfectamente limados en un hilera serrada. Levanto su mano y señalo a mi hermano haciendo señas de que esperase. Y su fea cabezota desapareció de nuestra linea de visión.

-¿Quien era el feo del año?.-dije divertido a mi hermano.

Mi hermano me miro con una cansada sonrisa. Pero su gesto cambio cuando un grito desgarrador sonó sobre la cubierta del barco. Apenas recuperados del susto un cuerpo caía agarrándose el sangrante cuello. No sabia si mi vista me engañaba pero me parecía ver que le faltaba un trozo de carne de su herida sangrante.

La bestia dentada volvió a aparecer de nuevo sonriente. Mostrando sus dientes sangrante. Escupió y  un trozo de carne mascada y hecha jirones amerizo sobre el agua. Alrededor de ella varias peces no hicieron asco y acabaron con el resto. Si mi aterido estomago tuviera algo hubiese devuelto pero solo pudo dar unas ridículas arcadas.

El caníbal sonrió y con un gesto señalo a mi hermano para que se acercara a su presencia.  Desde el principio entendimos que aquella no era una invitación de sociedad sino una detención en toda regla. Por sorpresa aparecieron a ambos lados dos barcas de remos con turcos apostados y armados dejando clara su actitud.

Ambas naves se apostaron a nuestro lado y uno de los jerifaltes nos hablo. Era alto y delgado con una sucia y oscura barba. Yo no era muy delicado en temas corporales habiendome juntado con harapientos, mendigos y miserables de toda ralea. Pero aun así no pude evitar tapar mi sensible nariz antes las excelencias de aquel oloroso mensajero. Y prevenido gire mi cabeza cuando vi que abría aquella cloaca negra y desdentada llamada boca.


-Köpekbalığı, os invita a su humilde barca.

No esta mal una amenaza vestida con toda la cortesía de un devorador humano. Por un momento lo pensé y estuve a punto de rechazar tan apetecible oferta. Pero que mas daba. Perdido en el mar, con mi hermano medio muerto, helado, hambriento y mojado que podía perder. Además con el rabillo vi que nuestro amigo barbudo tenia cierto temblor como si pensara que al negarnos èl entraría como el primer entrante en el menú del giganton. Me desprendí de mi amado barril con un beso aéreo sabiendo que no lo echaría de menos. Tras una breve travesía al otro lado del barco fuimos llevados ante la presencia de nuestro anfitrión. Extendió sus brazos mostrándose en todo su esplendor y vimos sus manos. Tenia los dedos pegados salvo el índice. Debió ser un problema de nacimiento. Entonces advertí que esa tara le confería cierta semejanza al acabado de una aleta de un pez.

-Mis amigos me conocen como Tiburón Blanco.- a la par que decía  esto mostraba su temible y ensayada sonrisa.- Y los demás como el Demonio del Mar.

-¿Y sus enemigos?

Una fría mirada se clavo en mi sin dejar de sonreír. Después se giro y me mostró su espalda desnuda llena de pequeños puntos tatuados. Había cientos de ellos.

-Ya no me quedan. Fueron devorados por su osadía y su temeridad. Cada uno de ellos es un punto en mi cuenta particular.

Se volvió de nuevo hacia nosotros y nos miro impasible.

-Pero esa no es la cuestión. Ese hombre.-levanto el dedo señalando a mi maltrecho hermano.

-Mi hermano-replique.

-Tu hermano a agredido a uno de los nuestros y exigo una justa compensacion.

Mi hermano endureció su agotado rostro con una mirada asesina hacia el grandullón.

-Nada podemos darte.-dijo mascando las palabras. Y estirando los brazos mostrando sus posesiones. Su cuerpo y sus ropas rotas y mojadas.

-Lo se, lo se. No quiero nada material, quiero algo mas valioso.

Ambos pusimos gestos de  sorpresa.

-Tu vida. Tu falta de respeto debe ser reparada. Y se hará justicia si pierdes.

-¿Y si...? ¿Y si gano?.-dijo farfullando quejosamente.

-¿Acaso crees tener alguna posibilidad ante mi, pececillo?

Mi hermano  hizo un intento y se abalanzo sobre el musculoso retador pero al final no lo consiguió. Mi mano detuvo su acto. Una acción heroica pero estúpida. Mi extremidad quedo maltrecho y parecía haber sido golpeada por un muro. Mientras la sacudía para atenuar el dolor intente enfriar la situación.

-Espera, espera. Yo me ofrezco en este duelo a cambio de mi hermano.

Tiburón me miro divertido.

-Bien, entonces perderéis los dos. Os comeré la yugular y luego acabareis olvidados después de ser comidos. Vuestros huesos no verán la luz del día.

-Interesante perspectiva. Es una manera de verlo.

Apenas hube acabado de contestar un luminosas estrellas aparecieron en mis ojos acompañadas de un certero golpe.

El desafió por la supervivencia había empezado. Solo deseaba no ser un punto y seguido en su vida.









Finalmente deje atrás a Yonah sabia que con su presencia me sentiría seguro y protegido. Pero su destino era distinto del mio. Sabiendo que deseaba volver a su tierra no me complacia en absoluto  acabar en una tierra extraña y desconocida. Tras las consabidas despedidas tome rumbo hacia el sur. Andando de noche por pequeños caminos y a cierta distancia de la calzada. Comiendo y tomando lo que hallaba por los huertos. Vigilando y observando que no saliese ningún guardián para darme una buena tunda. No hice ascos a frutas caídas, raíces o huevos en los nidos. Todo aquellos que sirviese para mi supervivencia era bienvenido. Por el día buscaba huecos y escondites donde dormitar y descansar. Cuando oía voces actuaba como una sombra, ocultándome para no ser visto. No fue una travesía ni fácil ni cómoda. El frió y el hambre fueron compañeros continuos pero me mantenía alerta. Los pies se me llenaron de ampollas y con el tiempo se me endurecieron. Largo, muy largo fue mi andar y perdí la noción del tiempo. Aun dudo cuanto tiempo paso, si fueron semanas o meses. Bien es cierto que pase por pequeñas y miseras aldeas que nada tenían que ofrecerme. Y con mi acertada idea no solía visitar, ya que seguro que serian frutos de problemas después de mi agónica experiencia con los aldeanos que intentaron enterrarme. Pero como todo al final tiene su meta y allí estaba yo. De vuelta a la civilizacion. Ante mi se extendía una ciudad portuaria en plena actividad y llena de vida. Aunque sabia que con mi aspecto las oportunidades no caerían del cielo. Tendría que empezar desde lo mas abajo.  Y que mejor lugar que el puerto. Allí donde los negocios y trapicheos son su lugar natural. .El olor a mar me llenaba los pulmones y encendía mi ansia aventurera. Poco a poco mientras me acercaba al puerto veía como los barcos se hacían mas grandes a mi vista. Embarcaciones de todo tipo esperaban pacientemente la llegada de su tripulación para navegar por cualquier ruta comercial en busca de fortuna. Me emocionaba que una de  aquellas naos que se mecían suavemente podía guardar una sitio para mi. Las nubes entretapaban la luna y la oscuridad se hacia dueña de aquel lugar. Una leve neblina cubria el agua tiñendola de un gris verdoso. Un enclave adecuado  para el submundo que vivía entre el delito y lo ilegal.  Una fauna de chulos, marineros de oscuro pasado, rameras y ladrones pululando por doquier. Parecía que mi estrella me acompañaba cuando llegue ya era noche y solo las tabernas de mas mala fama permanecían abiertas con los habituales del lugar. El León y el Jabalí, El yelmo roto o La casa del barquero eran uno de los tantos lugares que aquí y allá se amontonaban alrededor del puerto esperando ansiosa mente la llegada de los viajeros o marineros. Además de los que preferirían el anonimato para sus intrigas.  Sigilosamente andaba asomándome por los sucios cristales intentando atisbar el interior y ver si algún parroquiano me parecía interesante para ofrecerle mis servicios
-Hola, garzón. ¿Que se te ofrece a estas horas tardías?¿Buscas compañía?
 Una mano de forma decidida me cogió del hombro. Acompañada de una voz quemada por el vino barato. Un error inexcusable al no tener mis sentidos alerta. Pero ya era tarde pensé a la vez que un sudor helado me llenaba el cuerpo.
Me gire y un joven de aspecto delgado y largirucho con pecas y el pelo revuelto se presento.
-Me llamo Crutcher.
- Yo soy Alejandro. Acabo de llegar aqui y ando perdido.  Me encantan los barcos ya que vengo del norte y alli solo hay tierra y sol. Estoy buscando algun trabajo para conseguir algo de comida y cama.
 ¿Podrias ayudarme?
Crutcher me miro de arriba abajo como si me evaluase.
-Quizas estoy buscando a alguien para un asunto. Quizas podrias ayudarme. Acompañame quiero que veas a alguien. Con suerte te dara algo de comer.

Lo segui como un perro perdido a traves de callejuelas encharcadas donde las ratas cruzaban alocadamente ante nuestros ruidos. Casas agrietadas y desconchadas. Poco a poco nos fuimos alejando del puerto y llegamos a un viejo tunel que atravesaba un vertedero de escoria. Del tunel partian otros corredores laterales de dimensiones mas pequeñas.
-¿Adonde conducen?-pregunte temeroso.
-No lo se pero creo que si fuesemos por alguno de ellos acabariamos perdidos y desorientados. Muertos de hambre y de sed sin ver la luz del dia.
Ante tal perspectiva me acerque mas a mi guia.
Al doblar una curva nos encontramos a un tipo siniestro, de gesto adusto y mirada asesina.
-Viene conmigo.-advirtio Crutcher.
Al pasar a su lado adverti como lentamente una daga volvia a su funda mientras el vigilante no perdia detalle de nuestros movimientos.
Varias velas alumbraban un pasillo que acababa en una sala rectangular. Dentro un hombre sentado en una endeble silla. Apoyaba sus manos sobre una destartalada mesa que sostenia una languida vela mecida por un viento misterioso y una bolsita de piel. Apenas percibi sus cuidadas  manos y un delicado anillo. El misterioso individuo hacia todo lo posible por permanecer en el anonimato. Era de ese tipo de personas amigas de las sombras, su medio natural.
-¿Lo tienes?
-Si, Sr...
-Sin nombres.-ordeno friamente.
-¿Este es el alfeñique que nos librara de Dumas de Manqueda?
Continuara...