-¿Donde estoy?
-Estas a salvo.- dijo el hombre.
A salvo. Eso era un concepto muy ambiguo. ¿A salvo de que? ¿ de quien? ¿Como puedes estar a salvo cuando no sabes donde estas?
-¿Es un barco? ¿como he llegado aquí?
El hombre se llevo un dedo a los labios mostrándome varios anillos que portaba orgulloso fruto de muchas batallas ganadas.
-Ssshh... Ahora debes descansar. Ya tendremos tiempo para ponernos al día y responder tus preguntas. Se que quieres respuestas pero estas muy débil.
-¿Y los demás?
El negó con la cabeza y la bajo en señal de duelo mientras cerraba los ojos. Presa de mis sentimientos me dejo solo. Sabia que mi duelo era algo privado e intimo. En soledad llore y desterré las lágrimas de mis ojos a medida que pasaban los días y el vigor entraba como un torbellino por cada poro de mi piel. Hasta que por fin logre levantarme y pude mirar cara a cara a mi cuidador. Era tiempo de saber, de llenar las lagunas de mi mente.
Suspiro profundamente como si estuviese a punto de quitarse un gran peso de encima. Un peso que debía llevar mucho tiempo hundiendose en el fondo de su corazón.
-Se que va sonar estúpido...-sonrió con amargura.- La verdad es que no se por donde empezar. Mi nombre es Laurens de Graff. Era parte de los Mendigos del Mar un grupo de corsarios que atacaba a mercantes extranjeros gracias al beneplácito del rey y la Iglesia.
-¿Eres un pirata?
-Ahora si. Fue el corsario mas joven y temerario de la flota. Pero la envidia es un gran activo y alguien me traiciono. Huyendo de aquí para allí conocí a tu madre. Por desgracia mi herencia es la muerte para mis seres queridos y fue apresada por complice para después ser ejecutada por traidora. Por suerte fue lista y antes de que la apresasen te escondió en un lugar seguro. Tenia buenos vecinos...
-¿Eres, eres mi padre?
-Si, siempre seguí tus pasos gracias a mis contactos. Supe de tus andanzas en la guerra y tu vida vagabunda. Pero aun asi no se tu nombre, ¿como te llamas?
-Nunca tuve un nombre. Mi madre siempre me llamaba con apelativos cariñosos y los vecinos me decian chico o muchacho. A medida que fue creciendo fui cambiando de nombres. Ya sabes la milicia, el juego, las deudas...
- Tu madre se llamaba Alexandra. Me encantaba ese nombre. Un nombre que me recuerda a su perfume entre otras muchas cosas. Creo que seria un homenaje a esa gran mujer que ambos conocimos llamarte Alejandro como el conquistador.
Mientras decia esto miraba al infinito. Un tiempo pasado donde tenia a la mujer que amaba y era el terror de los mares.
-Alejandro es un buen nombre me gusta. Me gusta tener algo que me evoque a ella.
-Era una gran mujer.
-¿Porque hasta ahora no he sabido de ti?
-No podía acercarme a la ciudad y si alguien sospechaba podía apresarte. A ti, a mi...
-¡¡Nunca me ayudaste!! ¡¡Ni te preocupaste por mi!!
-Eso no es cierto. Mis amistades siempre trabajaban en tabernas y lupanares . Te observaban y te
vigilaban. Nunca te falto una cama y una comida.
Era cierto. Ahora comprendia muchas cosas. No era mi encanto personal lo que me ayudaba en tales sitios.
-Creo que el Cardenal Gris fue quien urdió mi caída y te descubrió. Cuando te apresaron conseguí meter a uno de los mios. Fue quien te administro el veneno antes de ser interrogado. Tan solo hacia falta parecer muerto para sacarte.
-¿ Y la chica? ¿Honor?
-Cuando te desenterramos había otra cuerpo, una mujer. Le habían quitado la cara. Supongo que seria ella.
La ira encendió mi rostro y cerré mis manos hasta que sangraron. No sabia explicar lo que sentía pero quería matar a ese cardenal y tener su cuello entre mis manos.
-Ahora vamos a nuestro refugio a Isla Peste.
-Esa es la isla donde mandan a los enfermos y moribundos a morir.
-Si, bueno... es una vieja leyenda de la que me siento orgulloso. Así nadie nos molestara.
-¿Para que? Ver como me envejezco y mi cuerpo se enmohece. No deja de ser otra cárcel.
Mi padre me guiño un ojo y saco una extraña llave con una empuñadura con forma de ocho.
-Tengo un plan. Es hora de preparar nuestra venganza.
Continuara...
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