miércoles, 13 de junio de 2012

Capitulo 16 "Posada traicionera"

A pesar de mi misero devenir hay algo que la providencia no me ha negado. Se manejarme muy bien en las distancias cortas y no me refiero a los lances, bueno si pero de aquellos que no dejan dolor en las costillas y sangre en tu boca pero si exprimidos los riñones. Las mujeres, benditas malditas. Gracias a mis manejos varias mozas de posada me regalan su jergón para endulzar sus mezquinas vidas de sudor, insultos y abusos. Les doy un amor que aun sabiendo que no es verdadero paladean con fruición. Tras el desagradable rescate por parte de mi odiado compañero intente limpiar mi mente de tan triste experiencia pensando en los placenteros momentos que me esperaban. A veces la vida tiene efimeros momentos de dulce miel. Entre en el cochambroso lugar lleno de vidas perdidas en el mar de la existencia. Desilusionados muñecos sin alma rascando un segundo de falso triunfo e imposibles de rescatar de su destino. Ya fuese magreando a la resignada posadera o intentando salir de este agujero con truculentos negocios de dudosa valía. Ines que así se llamaba una de mis incondicionales se giro y me regalo una sonrisa tierna y picara.

Aquel gesto aparentemente insignificante era como una joya en un basurero, hermoso y fuera de lugar en aquel sitio. Suavemente me susurro al oído el lugar de nuestro escarceo. Después me aleje para llegar a la habitación donde se consumaria nuestra cita. No si antes de advertirme que quizás tardase un poco ya que el trabajo aquella noche era bastante. No me importo tan solo quería descansar hasta que fuese el momento del misteriosos encuentro. Subí y me eche en el cómodo jergón. Apenas pasaron unos minutos o me lo pareció a mi cuando oí un suave chirriar me incorpore para ver a mi posadera llegar pero para mi sorpresa un silbido y un brisa de aire rozo mi cara. Un puñal traicionero había estado a punto de abrirme la sesera. Me tire al suelo y gire sobre mi mismo para no ser un blanco fácil y de un brinco me puse en pie y en guardia con la mano en mi espada. No era este el recibimiento que esperaba.

Un hombre se acercaba a mi con la cara destrozada y con su acero en la mano.

Mas cerca pude ver quien era.

-¡Cara de piedra!.-musite sorprendido.

No pensé que mi primer ataque seria verbal. Ahí estaba el tipo al cual apedree en la cara hacia poco. El mismo que ataco al desconocido con los otros rufianes y que gracias a mi salio ileso.

-Para ti escoria, soy Garriga. Tan embelesado estabas que he podido seguir tu rastro desde la posada de ese pécora amiga tuya.

Maldita sea parecía un aprendiz debía haberme dado cuenta y vigilar mi espalda.

-El cardenal gris se alegrara de tu fin.

-¿El cardenal gris? No tengo nada que ver con el cardenal.-dije en voz alta.

-Has estado encubriendo a un espía...-de pronto se puso lívido al ver como su boca traicionaba su secreto.-Ahora tendré que matarte.-dijo mientras sacaba su acero para ensartarme.

Supongo que la intención de darme la puntilla era la misma aunque no hubiese abierto la boca. Por suerte este inepto me daba información con la que alumbrar en la reunión de esta noche. Quizás esto me diese mas pistas sobre el tipo que había salvado y los intereses oscuros hacia mi persona por varios jerifaltes. Pero tenia una cuenta pendiente con Garriga Caradepiedra y era el momento de que hablasen los aceros. Era hora de vengar a Dumas y descubrir lo que planeaba el cardenal. Pero todo dependia acabar con este fantoche desfigurado.

Continuara...

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