domingo, 15 de julio de 2012

Capitulo 19 "Óbito"

Tras arrastrar mi inmundicia por varios pasillos por fin pareció que era el momento de llegar a nuestro destino. Nos paramos y oí un fuerte golpe en una madera. Apenas se demoraron, un seco chirriado anunciaba que una gran puerta nos invitaba a visitar su interior. El silencio era intenso pero se palpaba cierta tensión. Pensaba que seria una visita privada pero pude notar que mas personas estaban acompañandome. De una forma digamos poco educada me animaron a sentarme. Mi capucha no me ayudaba mucho a adivinar donde estaba mi sitio pero los amables guardianes fueron unos excelentes anfitriones tanto que dado mi estado no olvidaron ningún detalle, incluso unos grilletes que abrazaron mis muñecas para que no pudiese caerme y lastimarme.

Un chasquido de dedos indicaba que todo iba a empezar. Mi venda subió por los aires y la luz ahogo mis ojos mientras una voz firme nos servía de guia para centrar nuestra atención. Mientras los guardas hecha su función abandonaron el lugar dejandonos en buena compañía.


-Bienvenidos a la Sala del Juicio.

Al aclararse mi visión y mis ojos dosificaron la luz entendí a que se refería tan siniestro personaje. Un cardenal con ropaje gris y una mascara que cubría su rostro.

La imagen daba pábulo al verlo alimentando el terror mas profundo.

Era una enorme sala sin ventanas y llena de lamparas dando una sensacion tétrica y angustiosa. Decorada de una forma extraña ya que donde yo me encontraba había pintado llamaradas y un vivo fuego que parecía abrasarme hasta el alma, el Infierno. En la mitad una gran franja blanca partía en dos la estancia, era una especie de tierra de nadie llamado Purgatorio. Y al fondo los dueños y señores. La justicia, quienes deciden nuestro destino arropados por un extenso mural lleno de nubes y un cielo azul, estaban en el Paraíso. En su trono celestial el onmipotente Cardenal Gris acompañado a su diestra por un misterioso personaje envuelto en un sayo y con su cabeza oculta por una capucha y al otro, Garriga, mi cuenta pendiente.

Para mi sorpresa dos conocidos se hallaban en la misma situación. Don Pedante o mi odiado Luis Hernandez y mi querida Honor. Ambos encadenados a la pared con gruesos grilletes. Nuestras miradas de sorpresa se entrecruzaron dando paso a la incredulidad y al mas hondo sentimiento de derrota. El cardenal tenia todos los ases en su mano. Juez, jurado y verdugo.

Su eminencia nos sonría con cruel triunfalismo sabiendo que la escapatoria no era una opción. Mientras acariciaba a un feo y escuálido perro que ladraba sin cesar como si fuese el mismo Cancerbero y en cualquier momento fuera a echarse sobre nuestros cuellos desbrozandolos como si fueran ramas podridas.

-Tranquilo, Garrapata. Tranquilo.- dijo mientras tranquilizaba a la bestia.-Bien señores. Creo que todos nos conocemos sino no estarían en esta situación pero por si acaso. A mi lado tengo a este curioso caballero embozado que es un espía a mi servicio y que justificara argumentos para que sepan el motivo de su juicio.

-Esto es una farsa.-grito Honor, mirando con rabia al cardenal.

El cardenal se levanto soltó a Garrapata que vino como una exhalacion a ladrarme mientras con débiles patadas intentaba quitarmelo de encima. Ya que no queria que mi tibia fuera su almuerzo.
-Arggghhh!!!.

Alze la vista y vi un guante goteando sangre lentamente mientras el rostro girado de Honor mostraba la agresión sufrida de una manera profusa y contundente.

-Espero que no haya mas interrupciones. O el castigo por desacato sera mayor. Vamos, Garrapata.
Por desgracia nunca se me dio bien cumplir las ordenes de la autoridad.

-¡Eh, tu! Si a ti te digo, Carnaval.

El ofendido se giro y su vista fulmino mi mirada. Lentamente se acerco a mi mientras intentaba quitarme las cadenas. Algo impensable pero que quedaba muy dramático.

Su mascara quedo a pocos milímetros de mi rostro. Sentía su respiracion agitada y nerviosa como la de un toro a punto de embestir. Entonces rasgo mi ropa dejando al descubierto mi herida.Se quito el guante ensangrentado y quedo al descubierto una mano quemada.

Sin hablar metió su dedo en la lesión y lo giro en ambos sentidos. De mi boca salieron gritos y chillidos. Después de esta demostración nos miro a todos de forma dura y indiferente y regreso mientras que el animal que le acompañaba dejo de soñar con mi pierna y como un perro volvió siguiendo a su amo que volvía al paraíso para seguir el proceso.

-Y como les decía a mi izquierda el señor Garriga el cual creo que ya conocen.

Garriga me dedico una amplia sonrisa y un cortes reverencia.

-Y ahora sin mas preámbulos que comienze el juicio.

Mi visión empezó a ponerse borrosa, la respiracion me fallaba y la sensacion de ahogo era mas palpable. Mi garganta y mi boca se llenaban de bilis. ¿Que me pasaba? ¿Que sucedía? Que importaba. Me sentía mas ligero, como si mi cuerpo fuese un lastre al que dejar varado. Oía la voz de Honor. Dicen que los que van a morir tienen un ultimo momento de lucidez aunque el mio ha sido demasiado corto.

-¡Se esta muriendo!. ¡Ayudarle, por favor!.

Solo oía voces atropelladas y nerviosas. Otra vez esas malditas pisadas. Mientras los espasmos aumentaban y no era dueño de mi cuerpo.

-Guardias, guardias...

El portón se abría quizás era el camino hacia el Creador o al mas profundo olvido.

No sentía nada.

Garriga miro de forma grave al cardenal mientras sujetaba un muñeco surtidor de babas blanquecinas.

-Esta muerto.

Continuara...

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