viernes, 13 de marzo de 2009

Capitulo 6 " A por todas"

El infeliz ya me veía con la puntilla puesta, arrastrado y afeitado. Pensó que tenia acabada la faena y que cortaría orejas y rabos. Pero mala perra es la fortuna. Porque baje la vista y aquella estocada había pasado entre mi brazo y mi cuerpo. Tan solo fue un rasguño, doloroso, si pero rasguño. Viendo la cara de sorpresa, advertí que era el momento. Cogí la piedra y le di con toda mi rabia en su carota. Echándose hacia atrás su magro cuerpo, algunos dientes perdidos sin dueño saltaron en dirección contraria acompañados de una espesa marea roja. Pensé en que no debería obviar una desinteresada visita a alguna santo lugar para dar las gracias si salia de este brete. Pero aun no estaba el duelo acabado y la bestia de rostro tumefacto y cara sanguineolenta. Reanudo el combate como si lo llevasen mil demonios. Un espiral arrollador de letales zarpazos fueron hacia mi, haciendome perder la compostura y retrasando mi posición. De pronto para mi sorpresa quedo parado y empezó andar de espaldas alejándose unos metros de mi. Quedando yo como un pasmarote y mirándome, no pudo que menos echarse una feliz sonrisa. La cual quedo desdibujada a causa de los daños sufridos en su faz. Echose la mano a la espalda y con una rapidez inusitada saco un pistolon que me miraba de forma amenazante.
-Ya ves no eres el único que tiene trucos en la manga.- digo triunfante.
Sentí que la saliva no pasaba por mi garganta y un sudor frío envolvía mi cuerpo. Y de pronto ocurrió. Esos milagros del destino. Ese juego magistral que da lugar a la genialidad o quizás al instinto de supervivencia. La jugada de Dios. En ese estado entre la vida o la muerte. Tire mi espada con toda la furia de un poseso perdido viéndose en la puertas de Infierno. Y ella como salvadora de muchas de mis vidas, como un ser con entidad propia anido dentro de la fogosa arma a la vez que el pistolero accionaba el gatillo. El arma exploto en sus propias narices a la vez que mi amiga volvía a mis brazos como añorando mi cálida mano. Mire al desahucidado caído. Aturdido en su cerebro intentaba poner orden y componer el rompecabezas que ahora sacudía su mente. No lograba entender que había pasado. Porque era el perdedor y yo me erigía como si fue el campeón inmaculado de una tarde en un circo romano. Lo ignore, para mi era parte del pasado. Ahora tenia otro asunto pendiente, un asunto que permanecia encogido y temeroso. Era la hora de recibir mi premio.

Continuara...

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