lunes, 30 de marzo de 2009

Capitulo 8 "Dia Gris"

Mientras me dirigía ufano a la mejor taberna de los pordioseros. En otro punto de la ciudad el destino entretejía con afán su particular tapiz. Tapiz en el cual yo era una importante pieza a pesar de mi ignorancia de su protagonismo en el particular brete que iba creciendo. Mas concretamente en el barrio llamado Hospitalario. Allí la zona mas religiosa de la ciudad esta el palacio episcopal donde vive un siniestro personaje. Temor y azote del clero. El enigmático y misterioso Cardenal Gris siempre lleva una mascara, mejor dicho tiene una colección de mascaras. Su identidad es un enigma. Además de porque esconde su rostro. Unos dicen que tiene el rostro destrozado, otros por su seguridad ya que oculta un secreto de su pasado. Se rumorea que quienes llegaron a saber su nombre no vivieron mucho. Entre sus extrañas aficiones se encuentra es la de guardar las caras de sus enemigos y disecarlas para digamos su sala especial. Mientras tanto un hombre cansado y exhausto llega a la puerta de la residencia. Dando enormes golpes como clamando su presencia. De repente una pequeña mirilla se abre y dos ojos escudriñan al penitente.
-Alea Jacta Est.-dijo el hombre
-Caesar.-respondió el dueño de los ojos al otro lado.
El hombre abrió el portón y dio paso al recién llegado mientras decía:
-En el jardín os espera. Como siempre en su tienda.
El informado a grandes pasos se acerca al patio interior del edificio. Una enorme tienda esta instalada para seguridad del religioso. Entro dubitativo al ver los enormes guardas que flanqueaban la instalación. Pero su intento fue vano cuando uno de ellos lo paro en seco. Mientras el otro entraba en la tienda e informa al morador.
-Su espía le espera, Excelencia
-Que entre.-dijo el cardenal impertérrito
-Si, Excelencia.
Mientras el cardenal cerraba un armario con varias mascaras el espía hablo:
-Buenos días, Cardenal. ¿Cómo dejáis que entre vuestra guardia sin mas? ¿no
teme que os descubran vuestro rostro?
- No hay problema, son ciegos. La verdad si fuese necesario serian
mudos y sordos pero serian malos defensores de mi persona. Me gusta tu disfraz de comerciante. Pero no seáis tímido, contadme.
-Ciegos???
- Si queréis medir vuestro acero con ellos, no hay ningún problema.
- No, no dudo de su eficacia.
-¿ no creo que hayas venido a hablar de mi seguridad?
-Lo siento excelencia. Fue un desastre. Nuestra trampa preparada meticulosamente no funciono. Un extraño desbarato todo y no pudimos conseguir nuestro objetivo. No se quien era, un vagabundo o un soldado sin fortuna. Luchaba bien y tenia arrestos. Bribón y muy hablador.
-Mmm... Pienso en alguien que se ajusta a esa descripción y si es así puede ser un problema. Deshaceos de esa disfraz de comerciante y descansad, tengo que pensar una nueva estratagema con ese factor. En breve os haré llamar para solucionar este asunto.
-Pero señor... era solo un vagabundo, era...
-Callad, insensato. Ese hombre no es un cualquiera, es como una piedra en un zapato. Pequeño pero muy molesto. Dejadme solo, maldito necio.
-Si, Excelencia.
Mientras marchaba por un instante me pareció ver algo parecido al temor en sus ojos. Pero al momento descarte esa posibilidad. El cardenal no conocía esa sensacion.

Continuara...

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